20 de septiembre de 2007

SONETO: ALLÍ

Para Runchi (con ere)

Allí donde más brillan las estrellas
donde el estrés se sume en alegría
allí donde el catarro se resfría
donde están medio llenas las botellas

Allí donde se aman bestias y bellas
donde se hace reir al que no ría
allí donde hierve la sangre fría
donde ni ellos pegan ni sufren ellas

Donde siempre se ve llena la Luna
donde no existen semáforos rojos
donde no hay niños que no tengan cuna

Donde las almas no tienen rastrojos
donde al dormir tu susurro me acuna
donde me voy... al mirarte a los ojos


Felicidades y que cumplas muuuuuchos más

11 de septiembre de 2007

RAMÓN

Como cada tarde, Ramón daba su paseo de todos los días, a la hora de todos los días, por los caminos de todos los días y como siempre, hizo su parada a la sombra, en el lugar de todos los días.

Se sentó en esa roca que para él es como un mueble más de su pertenencia, sólo que en vez de tenerla en el comedor de su casa junto al resto de sillas, ésta la tiene ahí, en su lugar estratégico, a la sombrita, justo debajo de ese árbol situado al borde de la curva que hace el carril bici que bordea el parque.

Como cada tarde, sentado en su roca, Ramón observaba a todo ser vivo que se pusiera al alcance de su vista. Lo mismo vale un pajarillo revoloteador, que la hilera de hormigas aprovisionando el hormiguero, que los viandantes, la mayoría habituales del lugar y las horas, que como él, daban su paseo de todos los días.

En sus más de 70 años de edad y su gran experiencia como frecuentador de la zona, Ramón estaba acostumbrado a ver gran variedad de personajes que acudían cada cual por sus motivos a transitar por aquellos caminos. Viejecitos como él que daban su paseo diario, señoras de andar animoso que ejercitaban sus piernas a la par que sus lenguas viperinas destripando al vecindario, gente sana haciendo footing, ciclistas, parejas dejando hacer a sus hormonas que no dan abasto sólo con dos manos para sobarse, todo tipo de perros llevando a sus dueños de paseo (aunque los dueños piensen que es al revés), grupos de jóvenes preparando el botellón, padres tan sonrientes como agotados disfrutando de sus hijos, recientes madres henchidas de felicidad aún inconscientes al poder de las bombas de relojería que llevan en sus carricoches, abuelitos viviendo su última juventud mientras juegan con sus nietos, matrimonios maduros paseando lentamente de la mano, meditabundos paseantes solitarios... en fin, gran variedad de personajes a los que Ramón observa desde su roca durante el descanso de todos los días.

Sin embargo esa tarde ocurriría algo diferente.

Mientras la mirada de Ramón buscaba una nueva presa, cansado ya del lento hacer de una madre iniciando a su pequeño en sus primeros pasos, una nueva silueta captó su atención a lo lejos. Aún no distinguía exactamente lo que hacía aquella persona que se movía velozmente hacia él. A los pocos segundos la persona ya tenía género, era un chico con un extrañísimo atuendo. Pantalón corto, botas altas, camiseta sin mangas y llamativas gafas de sol en cuyos cristales de espejo se reflejaba el entorno pasando a toda velocidad. Parecía que corría, pero no, el truco estaba en los pies. Aquellas extrañas botas le permitían deslizarse sobre el asfalto, sin aparentar apenas esfuerzo, de lado a lado del estrecho carril, con un suave va y ven de piernas similar al de la cola de un gran cetáceo, con lentos movimientos consiguiendo gran velocidad.

A medida que el chico se acercaba las miradas de ambos se fueron buscando hasta encontrarse durante unos segundos. Segundos en los que Ramón se preguntaba dónde habría dejado aparcada su nave espacial aquel extraño ser. Aquello le parecía puro gamberrismo, pero qué hará ese loco se preguntaba el hombre, aún se lleva a alguien por delante, se sentía indignado, enfadado, de buena gana le hubiera dicho cuatro cosas si no es porque iba tan rápido, una desfachatez vamos y encima con esas pintas.

Sin embargo, en la mirada de Ramón había algo más que enfado, una extraña y sorprendentemente buena sensación que no le permitía ofenderse todo lo que quería. Le gustara o no, aquel chico acababa de conseguir por un momento romper su aburrida monotonía de todos los días. Por muy mal que le pareciera aquella escena, Ramón no pudo evitar sentir algo que no le permitió endurecer su gesto todo lo que pretendía. Yo diría que era fascinación y juraría que en aquella cara se podía apreciar algo de envidia.

Está claro que nunca lo sabré, nunca hablé con él, de hecho no sé absolutamente nada de él, ni tan si quiera su nombre. Pero todo lo que haya podido contar aquí sobre él, hasta su nombre, lo vi en aquella mirada.

Por cierto, yo era el flipao de los patines.

2 de septiembre de 2007

SONETO: FIN DEL SUEÑO

Noche cruel, no apagues mi atardecer
no termines con mis días sin pero
con mis caprichos de puedo y sí quiero
mi León, mi Bierzo, mi Santander

Que aún no estoy listo para volver
a los días sin mi amigo motero
sin el olor de sus guantes de cuero
sin "Noes" de consola y mi mal perder

Cómo salir del verano de hielo
de gatos sin negro y Nenis con gata
noches al Amparo de terciopelo

Sombra Veloz que ahoga pero no mata
fin del vuelo de avispa a ras de suelo
vuelve la agonía bañada en plata