30 de marzo de 2008

EMBAUCADORES DE ILUSIÓN

Lo que finalmente me engatusó, además de que participar no costaba absolutamente nada y se podía hacer cómodamente a través de internet, fue que el centro se comprometía a enviar una valoración del poema a cada concursante, independientemente del puesto que quedara en el concurso.
Siendo (creo yo) bastante consciente de mis limitaciones y de lo lejísimos que estoy de siquiera acercarme a saber escribir, pero animado por el eco de los elogios de las últimas semanas, por parte de amigos y familiares, les envié un soneto.
Mi único propósito era que un entendido me dijera (y no a la cara para evitar vergüenzas): "mira chaval, por mucho que le guste a tu mamá, juntar cuatro rimas no es hacer un soneto". O por el contrario, que la opinión de un experto me dijera: "pues hombre, salvando todas las distancias, si hubieras leído un poco más a lo largo de tu vida y unos años atrás te hubieras volcado un poco más en el tema... quizá hubieras escrito algo interesante".
Esta semana llegó a casa por correo la valoración de mi soneto. Sin profundizar en nada, eso lo podría haber escrito perfectamente mi madre. Es más, lo podría haber escrito mi madre hablando de mi hermano (que es su favorito). Vamos, que todo eran palabras bonitas y además me anunciaban que había llegado a la semifinal del concurso.
Mi padre, haciendo uno de sus típicos derroches, me dio la noticia por sms.
Reconozco que al llamarle para que me diera más explicaciones y a medida que me iba leyendo la carta por teléfono, mi engreído ego me traicionó, durante un rato me lo creí todo y saboreé lo bien que sienta la voz de un padre orgulloso diciéndote que has llegado a una semifinal.
Cuando salí de trabajar y pensé en ello más detenidamente, comencé a sospechar cosas.
Para empezar, no podía ser tan fácil. Un ignorante rebosante de incultura como yo, no puede llegar a ninguna semifinal de ningún concurso de poesía, porque entones escribir poesía no sería algo tan difícil como parece.
Además, en el último mes había ido echando un vistazo al concurso y en los cientos de poemas que había, leí muchísimos bastante mejores que el mío y no leí ni una décima parte. O lo mío era un error, o aquí olía a chamusquina que tiraba pa atrás.
Conclusión, me puse a indagar por internet (cosa que no se me había ocurrido hacer en más de 2 meses de concurso) y saltó la liebre.
Resulta que los distinguidos señores responsables del CENTRO DE ESTUDIOS POÉTICOS (me niego a poner el enlace) llevan más de 4 años, que yo haya podido averiguar, engañando a la gente.
A todos y cada uno de los participantes de cada concurso que organizan, le mandan la misma carta que me mandaron a mí, en la cual también te dicen, que tu poema es tan bonito que ha sido seleccionado para salir en la edición de un libro del concurso. Como único requisito que pagues los costes para editar tu poema (no recuerdo cuanto, más de 40 €) y te envían tu ejemplar a casa.
Claro está, en el libro sólo salen quienes pagan (aunque su poema sea un churro) y dicho libro jamás llega a una librería. La gente cree que ha llegado a la semifinal de un concurso y que su poema ha merecido ser publicado en un libro y en realidad les han robado algo de dinero y un montón enorme de ilusión.
La cara de tonto y la decepcionante sensación de haber sido engañado ya no las puedo evitar, pero si escribir esto aquí sirve para que alguien que iba a caer no caiga... me doy por satisfecho.
Por cierto, como el mundo es un pañuelo, quien me dice a mí que la privilegiada mente que inventó esta estafa no está leyendo estas líneas ahora mismo. Pues si fuera el caso, que sepas que engañarme me engañaste, pero el libro que te lo compre la mamá del topo, ya sabes majo, TOPOTAMADRE CABRÓN.